“Las caras” es una novela breve, pero intensa. Es el año 1968, Lise es una escritora de cuentos para niños, está casada y es madre de tres hijos. A pesar de ser una escritora publicada, ella no se siente como tal porque “sólo hace literatura infantil”.
La obra comienza con el relato de la protagonista de las últimas horas de la tarde, cuando todo está en mayor calma y empieza a relatarnos su fijación con los rostros, los cuales considera que descansan en las noches e incluso ha comenzado a evitar las multitudes porque le colapsa procesar nuevas caras. Comprendemos que no se encuentra bien y tras una crisis entrará en un hospital psiquiátrico.
La novela es compleja porque es difícil distinguir la realidad de lo que está pasando en la cabeza de Lise porque toda la información la recibimos de la protagonista. A ratos parece una novela con un lenguaje barroco, con un montón de descripciones y voces porque estamos perdidos en los senderos de la mente del personaje. Este exceso de lenguaje también puede deberse a que narrar desde la perspectiva de lo que pasa al interior de una persona con una enfermedad psiquiátrica hace perder estructuras, pues el cerebro no necesariamente se rige por el orden y las disposiciones externas.
Lise escucha voces y confunde los rostros, tiene la certeza de que estos pueden mutar y la persiguen. Su mayor enemiga es quien hace las tareas del hogar, pues cree que pone a todos en su contra, asimismo cree que su esposo, Gert, y su hija quieren casarse y deshacerse de ella. Es una novela que asfixia, que te deja sin espacio para moverte y que te angustia. Estamos atrapados con Lise en un manicomio donde no tenemos un punto de referencia y cuando la protagonista se va dando cuenta de su propia locura es cuando se acerca más a sanarse. A pesar de esta tensión, no podemos parar de leer porque estamos atrapados y estamos comprometidos con ella.
El libro asfixia, pero atrapa. Lise no es una protagonista convencional, pero experimenta la locura y el miedo, y si algo aprendimos con “El peligro de estar cuerda” de Rosa Montero, es que no es ajeno a las escritoras, tampoco a las mujeres que muchas veces hemos sido explicadas a través de la locura. Es una obra donde también asistimos a un psiquiátrico a finales de los años sesenta, con una medicación y unos tratamientos que no son los de ahora.
“Las caras” es un título para tener presente, en especial, ahora que estamos ad portas del 8 de marzo, porque nos invita a reflexionar sobre el rol de la mujer y sobre las complejidades de serlo. Es también un texto para disfrutar por el simple hecho del goce estético de una obra bien escrita, bien construida y que no te dejará indiferente.

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