
Los días 6 y 7 de enero de 2020 se rindió -parcialmente- la PSU, la prueba de ingreso a la educación superior, hecho que no ha estado exento de controversias, especialmente en medio del estallido social que vive el país. La PSU no pudo rendirse en más de 64 establecimientos y el día 7 de enero se debió suspender la de historia y geografía debido a filtraciones en la red.
1.- Un año más de aplicación de la prueba de selección: Es importante preguntarse cuál es la pertinencia de la ya cuestionada PSU. En un país que ha realizado demandas concretas por una mejor educación gratuita y de calidad, la PSU ha tendido a develar año tras año que las diferencias socioeconómicas sí marcan diferencias al momento de elegir una carrera y determinar el futuro profesional de los jóvenes, confirmando que a mayor inversión en educación mayor rendimiento en la prueba y, por lo tanto, mayor acceso a las universidades más prestigiosas del país, frente a alumnos de estratos socioeconómicos más bajos que deben estudiar en universidades privadas adquiriendo una deuda prácticamente de por vida y con carreras que están sobresaturadas en el mercado.
En este contexto, nos preguntamos respecto a la pertinencia de dar una prueba que se encuentra desde hace años cuestionada por expertos, mas aún en un ambiente de tensión como el actual, donde la educación es uno de los temas que más preocupa a los chilenos según la Consulta Ciudadana Municipal realizada en diciembre de 2019. Por lo anterior, queremos analizar algunas aristas alrededor de esta prueba:
2.- Condiciones de aplicación de la PSU: En el actual momento país, donde, insistimos, la educación está altamente cuestionada; donde se habla de una educación con nuevos instrumentos de evaluación basados en los principios de la evaluación auténtica, con el modelo constructivista como piedra fundante a partir de la cual se construyen las bases curriculares chilenas desde el año 2010 en adelante, cabe al menos preguntarse nuevamente, si la PSU ¿es el instrumento adecuado? Pregunta que se vuelve más pertinente cuando queremos centrar el análisis desde, según el discurso de las bases curriculares, en el estudiante sujeto activo en los procesos de aprendizaje con capacidad de critica, proactivo y capaz de tomar decisiones, discurso que contrastado con la realidad se ve lejano.
Por otra parte, entendiendo que el proceso de ingreso a las universidades tiene calendarios fijos, pero que el año escolar en la práctica terminó en octubre (y en algunos colegios antes) podemos preguntarnos: ¿estaban las condiciones para darla?; ¿era posible/necesario que, desde el Mineduc y el DEMRE, se propusieran alternativas?; ¿cuál es la presión a la que están sometidos los jóvenes cuando los establecimientos se encuentran prácticamente ocupados por carabineros?; ¿por qué no se ha escuchado a los jóvenes, que desde hace una década, desde distintos foros e instituciones vienen advirtiendo las inequidades que se manifiestan en este instrumento de selección universitaria?
Por lo tanto ¿hubo condiciones óptimas para el rendimiento de una prueba que de por sí ya es estresante?; ¿cómo va a afectar estas situaciones a los jóvenes? Y sobretodo ¿qué país queremos construir y qué mensaje le estamos entregando a los jóvenes? Si bien desde el CRUCH se ha establecido un plan de contingencia, entendemos que para quienes no dieron la PSU ¿qué pasa con aquellos que si la dieron pero en condiciones muy desfavorables? ¿con cambios de sedes a última hora, con vigilancia antidisturbios, etc?
3.- TICs y PSU: Las tecnologías de la información y comunicación no son nuevas y hay que asumir que mientras la información esté en la red es falible, en este sentido, es necesario tomar todas las precauciones para poder garantizar que la prueba no se filtre. Es inconcebible que un material que tiene un impacto tan alto en la vida de los jóvenes y sus familias sea tan vulnerable y, en este sentido ¿se tomaron las medidas adecuadas? Por otro lado, lo que inicialmente fue la suspensión parcial de la prueba de historia y geografía, se convirtió en una suspensión total, pues está prueba no se reagendará, sino que se optará por otros medios para compensarla, lo que nuevamente nos lleva a preguntarnos, ¿cuál es el país que queremos construir al suspender completamente esta prueba?; ¿habría sucedido lo mismo si las pruebas filtradas fuesen la de matemáticas, lenguaje o ciencias?
Sabemos que el contexto actual dista de ser sencillo, pero creemos que esto abre espacios para que reflexionemos respecto de lo que queremos en educación. La tendencia es hacia la evaluación auténtica, hacia la formación de ciudadanos por sobre individuos que deben rendir; hacia el trabajo colaborativo para la resolución de problemas; hacia una sociedad en que todos los actores están llamados a participar y dar sus visiones de manera de conocer la diversidad y ponernos de acuerdo en un nuevo pacto social.
Los problemas y situaciones que se han manifestado no son posibles de solucionar por equipos de expertos cuya visión tecnocrática les da una perspectiva parcial de la realidad cuando lo que necesitamos es una visión integral, que se puede obtener a partir de equipos en donde estén representadas todas las sensibilidades políticas e interdisciplinarias, considerando la experiencia docente. Una mirada integral e integradora es la única manera de asegurar que las soluciones sean reales y eficaces.
La PSU durante el estallido social ha sido aún mas cuestionadora para nuestra educación. Ahora no solo por la prueba en sí, sino en los mecanismos para darla, en las soluciones entregadas por los distintos actores del mundo de la educación y las formas en que han sido abordados por distintas autoridades. Lejos de terminar, por ahora la PSU dará de qué seguir hablando.
* Las pruebas de lenguaje, matemáticas y ciencias fueron reprogramadas para el día 27 y 28 de enero. La prueba de historia fue suspendida en su totalidad
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